Cerveza y Brujería

Mira, ¿sabías que en los viejos tiempos, la fabricación de cerveza era cosa de brujas? ¡Sí, así como lo oyes! En plena Edad Media, las tabernas eran auténticos centros de brujería y, ¡oh sorpresa!, eran dirigidos por mujeres.

Pero, ¿por qué la conexión con las brujas? Bien, resulta que la vestimenta de esas mujeres valientes, con sombreros puntiagudos, calderos burbujeantes y escobas de paja, tenía más sentido del que imaginas.

Los sombreros puntiagudos no eran solo moda, eran una estrategia de marketing medieval. En medio del bullicio de un mercado o taberna, era la manera perfecta de que los clientes las identificaran fácilmente.

El caldero, ese inseparable compañero de las brujas, era donde preparaban el mágico brebaje que alegraba los corazones. Pero, ¿y la escoba? ¡Ah, la astuta escoba! Resulta que colocar una escoba en la fachada indicaba que la cerveza estaba lista. ¡Magia pura!

Y, claro, los gatos. No eran compañeros de brujería, sino guardianes del preciado grano, manteniendo a raya a los roedores y garantizando cervezas libres de visitantes indeseados.

Todo iba de maravilla hasta que llegó la Reforma protestante, ¡y vaya que pusieron el caldero al fuego! Las mujeres cerveceras, independientes y dueñas de sus destinos, fueron señaladas. Acusadas de brujería, perdieron su estatus y sus gatos, los pobres mininos, fueron etiquetados como diabólicos.

Así es, en una época de supersticiones, la competencia cerveceril comenzó a difamar a estas mujeres, acusándolas de prácticas místicas y fabricación de pócimas. Y así, sin varitas mágicas, pero con mucha malicia, comenzó a forjarse la imagen de las brujas que conocemos. En fin, la próxima vez que levantes tu jarra, recuerda a esas mujeres cerveceras, verdaderas magas de la fermentación. ¡Salud a ellas y a la magia que aún fluye en cada cerveza!

Atte. Merlina Verruckt