¿Por qué nos herimos tanto?

¿Por qué todos voluntariamente decidimos renunciar a la magia, la fantasía, la alegría en la sencillez, la espontaneidad y la expresión de auténtica felicidad?

Por alguna razón, llega un punto en la vida en que decimos que «todo eso es de niño», es inmaduro y ya no podemos hacerlo… y yo pregunto ¿Qué coño tiene de malo tener la candidez de un niño? ¿Por qué la adultez tiene que conllevar a la recato, la falta de magia y la pérdida de toda esperanza? ¿Por qué mientras más aburrido, dañado y muerto por dentro mejor adulto eres? Y, aún más importante, ¿por qué deben algunos criticar a los que sí deciden vivir y ser auténticamente felices?

Yo digo que deberíamos bailar de felicidad, caminar descalzos en la grama, hablar con los animalitos, escuchar los sonidos de la naturaleza, maravillarse con una piedrita bonita, compartir con los más amados, y ser tan puro de corazón como se pueda.

Piénsalo… ¿no sería más bella la vida si dejamos de pretender que estamos haciendo y siendo lo que realmente queremos?

Atte. Merlina Verruckt