¡Bruja! ¡Bruja! ¡Bruja!
¡Bueno, almitas curiosas! Vamos a sumergirnos en las sombras del pasado y exploremos el inicio turbulento de los juicios de brujas.
Todo el mundo asocia la cacería de brujas con el Medioevo, pero realmente la mayor parte de este hecho histórico se dio en la Edad Moderna (Siglos V al XV) y parte de la Edad Contemporánea (Siglos XVI al presente)… sí, mi cielo… la actual.
En estas épocas la gente estaba aún más sumida en las supersticiones, y estaba fascinada y aterrada por lo desconocido… por lo que, todo lo que no entendía (o por lo no querían asumir responsabilidad) era achacado al mundo de lo sobrenatural. Sí, era como el Mercurio Retrógrado de hoy en día.
Al principio, en las aldeas europeas, la brujería se convirtió en la respuesta fácil a los problemas cotidianos: si la cosecha fallaba, si la leche se agriaba, si algún hombre era descubierto en adulterio o si alguien los rechazaba, ¡culpa a las brujas! La idea de que las malévolas brujas estaban conspirando para causar estragos se propagó, fue así como las acusaciones se multiplicaron, y muchas sabias mujeres con conocimientos de medicina natural, solteras o independientes fueron señaladas como culpables.
La caza de brujas se volvió desenfrenada, con tribunales creyendo más en la mística que en la lógica. Y así, se amarraron las sogas, se afilaron las hachas y se encendieron las hogueras, mientras resonaban los veredictos de culpabilidad.
Pero todos sabemos que detrás de las supersticiones de conjuros y maleficios, la realidad era mucho más mundana: la búsqueda de culpables, la renuncia a la responsabilidad, la eliminación de competencia o la “purificación de la raza” llevaron a la persecución de inocentes, sabios y a menudo independientes… tanto hombres como mujeres que se atrevían a expresar creencias diferentes, que se salían de la norma o que se atrevían a desafiar a la autoridad.
Y ¿qué nos enseñan los antiguos juicios de brujas? Nos recuerdan la importancia de no dejarnos llevar por el miedo, la ignorancia y el ego, de no juzgar a otros por su singularidad, su diferencia de opinión o su estilo de vida y de reconocer la verdadera magia que reside en la diversidad y la sabiduría. ¡Despierten la magia de la empatía y celebren las almas diversas que dan color a nuestro mundo!
Atte. Merlina Verruckt