Escucha con los oídos, no con la boca.

Vamos a hablar de esas personas que oyen, pero no escuchan. Te suena familiar, ¿verdad?

Son esas personas que ya están preparando su respuesta mientras tú aún estás hablando. Algunas lo hacen como una señal de autoprotección, otras porque ya formaron su juicio desde el inicio y no están dispuestas a cambiarlo. ¡Oh, la educación de algunas mentes!

Luego están las mentes dispersas, desordenadas e irreguladas, expertas en responder sin ton ni son, como un espectáculo de fuegos artificiales descontrolados. ¿La mejor parte? A veces ni siquiera tienen idea de lo que están diciendo. Solo buscan llamar la atención con alguna necedad.

Viven en su burbuja, sin compasión, empatía o comprensión. No la necesitan, porque lo más importante es proteger su ego, su autoestima o sus creencias anticuadas pero reconfortantes. Porque, como sabemos, no hay nada peor para una mente cerrada y sorda que cambiar de perspectiva.

Piénsalo… ¿Cuántas veces has tenido un «error de comunicación» y te has sentido confundido pensando que te expresaste bien? Muchas veces no es tu culpa. Qué hermoso sería que las personas aprendieran a escuchar para entender, no solo para defenderse o aferrarse a sus creencias o su necedad. En serio, la vida sería aún más bella.

Porque la verdadera sabiduría está en el arte de escuchar.